Las venas del humedal

La coyuntura nos obliga a mirar el río

El río Paraná nace en Brasil por la confluencia del río Grande y el Paranaíba, hasta su desembocadura en el Río de la Plata, para luego terminar en el mar. Su recorrido tiene una extensión de 4.800 km aproximadamente. En este último tramo, conforma los humedales del Delta del Paraná, uno de los ecosistemas más biodiversos e importantes de América Latina.

Esta enorme extensión de territorio está marcada por las crecientes y las bajantes del río que generan el pulso de vida propio y muy dinámico, el pulso de nuestras coexistencias, las relaciones entre y con los seres que lo habitamos.

Los humedales son ecosistemas híbridos entre sistemas acuáticos y terrestres. Grandes extensiones de superficies de tierra que se encuentran anegadas e inundadas en forma temporal o permanente. Estas tierras contienen las mareas durante los períodos de lluvias intensas y crecidas de los ríos. A nivel global, se calcula que los humedales cubren aproximadamente 12 millones de km2. En Argentina estos ecosistemas representan el 21% del territorio.

Sequía en los humedales del Delta del Paraná
La sequía extrema en toda la región y el descenso del río Paraná, está provocando la desaparición de lagunas, arroyos y otros cauces de agua. Foto © Sebastián López Brach

La desaparición de este sistema está acelerando aún más el brusco cambio climático que viene aconteciendo. En mi región, las principales causas de la destrucción de los humedales son: la deforestación para la industria ganadera que exporta carnes al mundo, el avance desmedido de la urbanización ilegal a través de negocios inmobiliarios, la construcción ilegal de terraplenes que modifican los cauces del agua, la pesca industrial que depreda la fauna ictícola a pesar de la emergencia hídrica que atravesamos, la exportación de soja a través de grandes buques que van deteriorando las costas y la profundidad del río, las hidroeléctricas construidas más arriba que modifican el caudal del río a su antojo, la contaminación del agua por los desechos industriales y cloacales arrojados por las grandes ciudades, la extracción de grandes cantidades de arena destinada al fracking en Vaca Muerta y la lista continúa. En fin, por donde se mire, el modelo extractivista es el principal destructor del humedal.

En esa región, antiguamente habitaban los Chaná Timbúes, una etnia indígena que se desplazaba en canoa por las aguas del río, pescando y cazando para subsistir. Hoy en día, hay muchas familias habitando los humedales. En su mayoría continúan sosteniendo la pesca artesanal como modo de vida y tradición cultural. Si bien las comunidades isleñas siempre tuvieron la capacidad de adaptarse y acomodarse en un territorio cambiante, las transformaciones antrópicas que hoy sufren los humedales están poniendo en peligro toda la vida y la cultura del Paraná.

Pez autóctono del humedal del Delta del Paraná

El descenso histórico del río Paraná trae consecuencias gravísimas para la fauna terrestre, la fauna ictícola y también para las miles de personas que dependen del río para vivir. Foto © Sebastián López Brach

Lamentablemente, el Paraná siendo uno de los más extensos y caudalosos del planeta, está pasando por el peor descenso registrado. Este paisaje sin agua es un paisaje muerto, carente de alma. Este descenso sin precedentes y prolongado provocó la desaparición de lagunas, arroyos y otros cursos de agua, dificultando no sólo a las comunidades que habitan en esta región, sino también, a la flora y fauna autóctona. más adentro y se trasladan en barcas/canoas, imposibilitando el acceso a las ciudades cercanas en busca de suministros o atención médica. Además, con este descenso extremo del río, un valioso y vital recurso como es el agua empieza a escasear, poniendo aún más en peligro la salud de toda la comunidad que habita en este ecosistema.

Pero este no es el único problema al que se enfrenta el Paraná y sus humedales. Desde principios del 2020, todo el Delta del Paraná está siendo devastado por el fuego. Estos incendios son producidos, de manera ilegal, por empresarios ganaderos y/o inmobiliarios que buscan generar mayores extensiones de tierras aptas para la actividad. También está claro que la bajante del río y la histórica sequía en la región causada por el cambio climático, son factores que contribuyen en la propagación de los fuegos poniendo en riesgo aún más el equilibrio del ecosistema y profundizando así el cambio. La magnitud de estos incendios provocados en la región deja múltiples consecuencias como la mortandad de animales y la pérdida de hábitat, el empobrecimiento del suelo, la contaminación del agua y del aire, además de representar un riesgo muy alto para la salud de los habitantes de las islas. El humo que durante meses invade la vida cotidiana de los habitantes de las riberas contaminando el aire de una forma nunca antes registrada, agravando aún más la delicada situación sanitaria que ha traído al mundo el coronavirus. Nunca antes en la historia se había producido tanta destrucción en este importante ecosistema. Esto pone en manifiesto la peor crisis socioambiental de la región.

Ecosistema acuático del delta del paraná destruido por el fuego

Los incendios están destruyendo uno de los ecosistemas más importantes de América Latina, los humedales del Delta del Paraná. Foto © Sebastián López Brach

La aparición del COVID-19 fue un llamado de atención para cambiar la forma de habitar nuestros territorios. Debemos reconocer que este y otros virus surgen de la presión que los humanos ejercemos sobre un ecosistema global. La falta de un hábitat natural saludable debilita el sistema inmunológico de todos los seres vivos. El COVID-19 no fue solo una enfermedad, sino un síntoma de un planeta devastado. El cambio climático nos está llevando a un punto sin retorno, a un colapso ecológico. El primer paso para un futuro mejor, es reivindicarnos como especie y reconocernos en nuestro propio territorio, nuestra naturaleza es nuestra identidad.

Imagen principal: Los humedales del Delta del Paraná alberga numerosas especies de flora y fauna. Foto © Sebastián López Brach